¿Cuán real es la realidad? ¿Si es real lo que vemos, por oposición a lo que imaginamos, lo que está por oposición a lo que cambia, cuán reales son las sombras, que vemos un momento y al otro desaparecen? ¿Y si nosotros mismos somos en parte cuerpo real y en parte sombra incierta, cuán reales somos realmente nosotros mismos? ¿Y qué sucede con esa realidad inasible nuestra, que a veces nos precede, a veces nos sigue, a veces nos a compaña, desaparece unas y otras veces, y de pronto aparece sola, encerrada en el rectángulo de un cuadro?
Confiamos en la realidad de nosotros mismos que vemos en el espejo y que podemos compartir con otros, lado a lado frente al cristal mercuriado. Le otorgamos la credibilidad de lo real, en el fondo porque nos inspira la confianza de que día a día lo volveremos a encontrar cada vez que encendamos la luz y nos miremos en él.
¿Pero esta confianza no será una manera de ocultar la incertidumbre, la aprensión que secretamente nos inspira la otra mitad de nosotros mismos que es esa sombra elusiva que aún cuando se nos escapa y se oculta sabemos que existe en alguna parte y reaparecerá infaltable, siempre pegada a nosotros?
Las Sombras (Shadows) de Ximena Narea plantean todas estas preguntas. Una niña proyecta una sombra con su perfil izquierdo, otra con el derecho; por una escalera cuyos peldaños se desmoronan a su paso, asciende una sombra masculina que parece recortada a tijeretazos; contra el fondo de una ventana empotrada en el nicho de un grueso muro flota una sombra de mujer que se aleja; junto a un portón de gruesas maderas la misma sombra siempre de espaldas parece asomada a una ventana invisible; tras las rejas de un calabozo se entrevé el fantasma (no la sombra) de una persona de vagos rasgos exóticos.
¿Por qué flotan juntas en esta página? ¿Tal vez el sentido que las une no esté, como ingenuamente procuraba yo al comienzo, en lo visto, sino en la mirada?
¿Y por otra parte, a cuántas percepciones o ilusiones visuales llamamos en distintos idiomas con el mismo nombre? ¿Por qué? ¿Pertenecen los fantasmas a la misma clase de objetos que las figuras oníricas o que la ausencia de luz proyectada contra una pared? ¿Nos juega el lenguaje una trampa más o menos ingenua, más o menos significativa, o es un mero accidente de las lenguas indoeuropeas: sombras, shadows, Schatten, ombres, ombre, umbrae? ¿Y acaso estas sombras son menos (o más) sombras que una fotografía, un kinetoscopio, un eclipse?
Todas estas preguntas suscitan las Sombras de Ximena Narea, muchas de las cuales incitarían a pensar a un Husserl, un Heidegger, un Roman Ingarden, quienes seguramente agradecerían corteses que se las formularan. Hoy por hoy, la pintura (por llamarla genéricamente) está más cerca de la metafísica que todas las demás artes: plantea más preguntas que los mismos filósofos contemporáneos, intenta responderlas mejor con imágenes que con palabras. Platón se equivocó. Las pruebas, a la vista.
Madrid. Junio, 2012
Madrid. Junio, 2012 |